Agile en comunicación interna
Arnau Domínguez, Comunicación Interna en Endesa.
Product Owner Agile para Comunicación Interna.
4 valores. 12 principios. Infinitos métodos. 1 única experiencia. Siguiendo los principios que he experimentado en Agile, así os hablaré, con total franqueza. Como diría Calamaro, con una honestidad brutal.
Seguro que quien quiera documentación exhaustiva encontrará decenas de libros escritos por personas con mucha más experiencia que la mía. Pero yo solo os hablaré desde ahí, desde mi única, y muy satisfactoria, experiencia.
¿Qué es agile? Eso me preguntaba yo hace escasos meses antes de que en Comunicación de Endesa emprendiéramos un viaje inesperadamente rápido. Dice la norma que Agile es un mindset, una manera de entender el flujo de trabajo, especialmente en la creación de productos. Para mi ha sido precisamente eso, una manera de encarar una necesidad, un enfoque muy fino, muy dirigido, hacia un resultado. A menudo se confunde Agile con velocidad y, para mí, más que hablar de velocidad, sería hablar de ritmo, de compás. Agile nos ha permitido avanzar en la construcción eficiente de un producto, teniendo siempre en mente el origen (la necesidad), la aportación de valor que pensábamos conseguir, y la validación continua y flexible. Ahí los roles son clave, un ecosistema que permite mantener el foco en el resultado sin perder ni la visión práctica ni la aportación constante de valor.
Agile se construye en base a 4 principios y sobre ellos os voy a poner el ejemplo.
Individuos e interacciones por encima de procesos y herramientas. Aquí es donde más me perdí al principio. En base a nuestra experiencia tendemos a preguntar “vale, pero ¿esto cómo lo entrego? ¿cuál es el procedimiento?”. Corsés. Limitaciones. Agile estima que es más importante la interacción entre perfiles y experiencias personales que no el recorte de potencial en base a un ‘manual’ ya prestablecido. Ahí radica gran parte del éxito. En nuestro caso construimos un producto en base a una necesidad interna, la de generación de contenido de valor para los empleados, pero lo hicimos con perfiles mucho más transversales, que abarcaban desde las relaciones públicas hasta la gestión de medios o de redes sociales. Esto nos permitió construir algo mucho más allá de nuestros silos, mucho más allá de herramientas o procesos, algo que saltaba de individuo a individuo para llegar más arriba. Algo con ADN 360.
Software funcionando por encima de documentación exhaustiva. “Pon algo a funcionar, ya luego, si tiene éxito, me cuentas como funciona”. Agile es empírico. No me vale con un diseño fantástico y un brillante PowerPoint. Ponlo a prueba, tíralo al agua y si no se hunde es que es bueno. En nuestro caso el producto podría haber sido un vídeo maravilloso, con una producción digna del último estreno Marvel, pero entendimos que para validar un producto debes desnudarlo, debes reducirlo a su esencia. Si eso ‘vende’ es que el concepto vale. Es la idea de software funcionando, de MVP, de mínimo producto viable. No se trata de hacer lo mínimo, sino de construir sabiendo que cada nueva propuesta tiene un valor propio. Si nuestro vídeo necesitaba de efectos especiales y de múltiples cámaras es que algo fallaba. Esto no significa que todas estas mejoras no potencien el producto final, pero sí nos demuestra si construimos un palacio sobre barro o sobre sólidos cimientos. Por cierto, tampoco significa que no documentes nada, otro error habitual. Lo que significa es que solo documentar no sirve para nada.
Colaboración con el cliente por encima de negociación contractual. Aquí es donde la Comunicación Interna expande sus alas y vuela más allá de lo esperado. En CI tenemos la suerte de tener un público potencial muy definido y muy accesible. Ya sé que diréis que también es un público poco permeable, pero la verdad es que si lo tienes en cuenta, con honestidad y transparencia, el éxito está asegurado. En nuestro caso construimos en base a esto, en base a preguntar a nuestros empleados todo. Y cuando digo todo, es todo. Les preguntamos qué temas les interesaban, les dimos estos temas a votar y luego les presentamos una charla de otro empleado que se lo contaba al detalle mirándoles a los ojos. ¿Eso es todo? Ni mucho menos. Luego les preguntamos qué les pareció la charla, qué mejorarían, qué ideas tenían, qué más necesitaban. Todo.
Esta es la colaboración que cuenta. No dejar votar, no preguntar, todo. Ahí es dónde sitúas realmente al empleado en el centro. A menudo, yo incluido, queremos datos, pero no nos damos cuenta de que lo más fácil es preguntar, de tú a tú. “Escucha, ¿qué necesitas?”. Y luego viene el gran compromiso: la transparencia. Colaboración significa preguntar, significa escuchar y también significa responder, reportar. Si unes tu visión estratégica como CI a las necesidades reales y explícitas del cliente (el empleado) tienes la cuadratura del círculo.
Esto no significa un sí a todo. Como dijo Henry Ford, “si le hubiera preguntado a las personas qué querían, me hubieran dicho que caballos más rápidos”. Lo que sí sabrías, si le preguntas a las personas es que querían ir más rápido y más cómodos. El coche ya lo inventas tú, que en eso eres el experto.
Respuesta ante el cambio. El concepto más reconocible y más objetivamente indiscutible en el mundo actual. Avanzar, testear, mejorar. Agile te facilita poner algo bien pensado en marcha, escuchar y luego mejorar. Si la sociedad es cambiante, nuestro público también. No podemos invertir meses en desarrollar un nuevo producto y luego lanzarlo “a ver qué tal funciona”. Necesitamos poner en manos de nuestros clientes lo mejor lo antes posible. A partir de aquí, cero egos, escucha activa, comprendiendo qué funciona y qué no de nuestra propuesta. En ese momento es en el que entiendes realmente dónde aportas valor y gracias a esta flexibilidad es cuando eres capaz de maximizar tu producto día tras día, mejorándolo constantemente.
Como os digo, esta es mi breve experiencia. No iré más allá. Es lo que he vivido y con lo que he visto que Agile es, simplemente, lógica. Avanzar con ritmo, con flexibilidad, con tu cliente del brazo para poder conseguir, juntos, que algo vaya más allá de lo esperado.
Arnau Domínguez es comunicador interno, lo que él define “el punto de más complejo equilibro entre la recepción crítica y la emisión estratégica de contenidos”. Es Analista, activo, ágil, y le gusta que cada día sea distinto del anterior.